SE ACERCA
“Levantaos, alzad la cabeza. Se acerca vuestra liberación”
Queridas Hermanas, terminan estos días de comunión intensa con el inicio del Adviento y esto, a pesar de que nos devuelve a nuestros lugares propios, sin embargo afianza la unidad porque nos volvemos a sentir y a saber Comunidad que espera unida. Somos las que esperan su venida. Que mis palabras contribuyan humildemente a estrechar los lazos de la comunión y a hacer más firme y decidida la espera.
“Levantaos, alzad la cabeza. Se acerca vuestra liberación”
Queridas Hermanas, terminan estos días de comunión intensa con el inicio del Adviento y esto, a pesar de que nos devuelve a nuestros lugares propios, sin embargo afianza la unidad porque nos volvemos a sentir y a saber Comunidad que espera unida. Somos las que esperan su venida. Que mis palabras contribuyan humildemente a estrechar los lazos de la comunión y a hacer más firme y decidida la espera.
UN GESTO DE MUERTE. Las palabras de Jesús muestran el gesto de vigilia esperanzada que define al Adviento: Levantaos, alzad la cabeza. Pero yo os propongo meditar sobre la imagen anterior a esta: Un hombre caído o sentado, postrado, con la mirada hundida. Es el gesto de la derrota, de la sumisión al fracaso, a la derrota. El hombre que ve desplomarse la vida, su existencia, aquello en lo que había puesto la esperanza.
Este gesto de HUNDIMIENTO ha podido estar provocado por una situación personal o por tantas situaciones sociales que nos sumen en la desesperanza y desilusión. Hoy no es fácil contemplar una situación así, a nuestro alrededor o en nosotras mismas, padecemos una situación de desplome absoluto de nuestra seguridad. No es una catástrofe cósmica, no es el final de los tiempos, pero lo dejan entrever, lo anuncian de alguna manera. Porque hay catástrofes personales y sociales que golpean hasta la muerte o la desgana, hasta dejarse morir, acabar. No es un gesto lejano.
MOTIVO PARA LA ESPERANZA. Sin embargo, es precisamente en estos momentos en los que puede actuar la esperanza, cuando tiene sentido la esperanza, cuando tiene razón de ser. Cuando nada queda como fianza de la vida resulta que se yergue ante nosotros la única esperanza posible, el Señor, Nuestro Salvador. Él es nuestra esperanza. Y ella puede “alzar de la basura al pobre, levantar del polvo al caído”.
Jesús nos pide que tengamos una actitud de espera, de CONFIADA ESPERA, de espera vigilante porque Él va a venir. Por eso, el Señor pide que nos pongamos en pie, como el que espera, y alcemos la cabeza, como el que aguarda una venida, el que mira hacia el horizonte para ver llegar a alguien muy amado o deseado. Es su venida la que provoca este cambio de gesto en el hombre, es el anuncio de que Él se hará presente en medio de esta derrota universal lo que hace que el hombre se levante para asistir a ella.
UN DIOS QUE SE ACERCA. Lucas (21,25-28.34-36). Lo más espléndido que nos sucede no es que nos consigamos levantar sino que Él se acerque a nosotros. Quisiera transmitiros con mis pobres palabras lo que a mí me evoca y me sugiere con fuerza esta palabra. El acercamiento es un gesto poderoso y humilde al mismo tiempo. Acercarse es fruto de una decisión y por ello de una rotunda voluntad. Pero a la vez es un gesto de gratuidad que nada tiene de impositivo. El Señor no se hace presente irrumpiendo como el relámpago en la vida del hombre. Él se acerca, viene de camino, se va avecinando. Emplea el tiempo necesario para engendrar en nosotros la espera, la espera confiada, la espera esperanzada. Nos va enviando noticias de su llegada, tarda para que acrecentemos el deseo. Pero viene, su venida es promesa y realidad cumplida.
Mientras llega el grito del hombre es “¡Ven, Señor Jesús!”. Marana Tha. El Adviento nos recuerda el acercamiento de Dios al hombre, ese plegarse de Dios a la gran precariedad humana, ese amor de Dios por el hombre y lo humano que desea hacerlo suyo.
Ese ACERCAMIENTO de Dios al hombre fue un anuncio y promesa, fue una venida esperada y sorprendente, fue un encuentro con el hombre para que este volviera a Dios. Viene para que “volvamos”. Viene a nosotros para que volvamos a Él, se acerca para que nos acerquemos… porque estábamos lejos.
Vamos a contemplar esta VENIDA, que es un éxodo de Dios desde el seno de la Trinidad hasta el hombre. Y vamos también nosotros a “aprender a acercarnos al otro”, a practicar el acercamiento a nuestros hermanos, a los más cercanos y a los más alejados, sobre todo a aquellos que están más solos, más nos pueden necesitar, a los más pobres, a los que son rehuidos de todos…
PREPARAR LOS CAMINOS AL SEÑOR
Si Él viene preparemos los caminos, los accesos. Algo nos compete hacer a nosotras porque es la víspera de LA VISITA DEL SEÑOR, de la VENIDA DEL SEÑOR. Habrá que tener dispuesto el camino y abierta la puerta para que sea posible el encuentro con Él “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” Apocalipsis 3, 20.
Isaías 40:3, “Voz que clama en el desierto: ¡Preparad un camino al Señor, allanad el sendero”
Malaquías 3:1, “Yo envío mi mensajero para que prepare el camino delante de mí. “Pues este es aquel de quien hablo el profeta Isaías, cuando dijo: Voz que clama en el desierto, ¡Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas!” (Mateo 3,3).
“Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz que clama en el desierto, ¡Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas!” (Marcos 1,1-3).
“Porque este es de quien está escrito: Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino delante de ti.” (Mateo 11,10).
“Dijo: Yo soy la voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.” (Juan 1,23).
¿Qué accesos son más necesarios en nuestra vida para abrirnos a su venida, para no poner obstáculos a ellas? Busca primero en lo más íntimo de tu corazón: cuáles son las vías cerradas, cuáles son los obstáculos para que el acceso esté libre y franco…
¿Qué accesos debemos abrir como Comunidad? Nuestra vida ha de ser una ruta libre, una calzada abierta al Dios que viene, un Camino disponible.
Propongo estos:
- La VÍA DE LA VIGILANCIA Y LA ORACIÓN. La interioridad, el silencio, la escucha, la reflexión… Estar de pie, como un vigía, esperando al Señor que viene. Estar de pie significa no dejarse atraer por la comodidad, no dejarse adormecer, no abandonarse a la pereza, a la desgana…
- La VÍA DEL ACERCAMIENTO Y DE LA COMUNIÓN. La comunión diaria con la hermana, hacer “eucaristía” nuestros encuentros. Practicar el acercamiento: la ruptura de una lejanía, el dar una palabra, ofrecer una ayuda, una compañía, tenernos presentes en el afecto, la oración, la vida. Estar cerca.
- La VÍA DE LA HUMILDAD Y DE LA POBREZA. El trabajo silencioso, el último lugar, sentir carencias, la sencillez de vida, la atención a lo pequeño no a lo que sobresale, el vivir marial, con María y desde María este tiempo de espera…
- La VÍA DE LA RECONCILIACIÓN Y DE LA PAZ. Poner en práctica la tensión por la paz: orando y actuando. Darnos la paz con el gesto, la palabra, el silencio y las obras concretas. Enseñar a otros el signo de su presencia, la paz cotidiana.
Dolernos de la ausencia de paz, en nosotras mismas, en la comunidad, en nuestras familias, en la sociedad… Sentir un rechazo “visceral” por la agresividad, la pugna, la beligerancia, la envidia, el odio, la separación; por las guerras que se conocen y las enquistadas en nuestro mundo, de las que nadie ya hace mención, por las situaciones de violación de derechos humanos, de dignidad humana… Sentir un rechazo y desear intervenir como pacificadoras en todo conflicto no desde la reivindicación sino desde la bienaventuranza de Jesús.
Durante el Adviento viviremos esto fundamentalmente hacia dentro. Haremos alguna propuesta al pueblo que pensaremos juntas y propondremos al párroco por su conveniencia.
Ahora mismo, mientras concluyo esta breve carta, veo a las hermanas paseando por el campo, de dos en dos, arropadas porque hay viento a pesar del sol que luce en lo alto… Unas van para allá, otras para acá, van hablando fraternalmente, sonríen, se cuentan… ¡Doy inmensas gracias a Dios que nos ha llamado a vivir en Él! Solo desde ahí podemos llevar al mundo esta Buena Nueva tan definitiva e insustituible.
Estoy con vosotras, de todo corazón, con toda el alma, con todo cariño. Unidísimas en Él. Vuestra Hermana Prado
TEXTOS
SOBRE LA FE. Los que veamos en el Laboratorio de la Fe (LabFE)
TEXTO DE ADVIENTO DE BENEDICTO XVI. Para sentir con la Iglesia.
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